sábado, 4 de mayo de 2013

Prioridades



—Tenía que contarte... ¡el otro día apareció Damián con un abrigo de visón! No me lo podía creer, es precioso y me queda de la muerte. Cuando me lo dio, me eché en sus brazos y me lo comí a besos. Y bueno, ya te imaginas qué pasó después, ¿no? ¡Un superpolvo que no veas! Me quedé dormida en sus brazos, más feliz que unas castañuelas.
—Uy, mujer, no sabes cuánto me alegro por ti, de verdad. Sé lo que te gustan los detalles.
—Gracias. ¿Tú qué tal con Charli?
—Pues... no sé si decírtelo, no estoy segura de que lo vayas a entender. Hace dos noches sucedió algo extraño: me pidió que me tumbara encima de él, me acarició con suavidad la espalda y después dejó las manos descansando sobre la cama y empezó a susurrarme al oído que le gustaría estar así, sosteniéndome pero sin tocarme mientras un desconocido me follaba el culo despacio; que le gustaría ver mi rostro encendido; que le gustaría notar mi coño encharcado sobre su polla; que recibiría con gusto en el rostro todos mis gemidos y le satisfaría verme rogar unos empujes más recios; y que justo antes del punto sin retorno le encantaría pedirle al macho que me la sacara de golpe y me dejara el culo con sensación de vacío para los próximos tres meses y el espíritu con ansiedad para toda la vida. Y cuando terminó de susurrarme todo eso, simplemente me puso con suavidad un dedo sobre el culo, como si me lo tapara, suspiró y se durmió.
—¡Qué cornudo hijo de puta! ¿Y cómo le toleras que te diga esas cosas? ¡A mí me hubiera dado algo y no habría pegado ojo en toda la noche!
—Sabía que no ibas a entenderlo, pero sí: al escucharle me dio algo, aunque no creo que sea el mismo "algo" que te habría dado a ti. Ese algo me mantuvo en vela y me ha mantenido sin dormir desde hace dos noches y más cercana a él que lo que estuve jamás. Pero bueno, cuéntame, ¿de qué color es tu nuevo abrigo?

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