sábado, 4 de mayo de 2013

El patrón



En nuestra cultura, todo colectivo que se precie tiene su santo patrón, a quien encomendarse en la práctica diaria o a quien pedir guarda. Es algo más consuetudinario que religioso, creo yo. Incluso los más abyectos criminales del defeño barrio de Tepito tienen en una vitrina a la Santa Muerte para ofrecerle sus exvotos y promesas.

     Hasta donde sé, no hay patrón que sirva de espejo y modelo a los libertinos y adeptos al intercambio, a pesar de los muy notables y variados desafíos que enfrentan. Tengo por razonable que a las vírgenes no se las debe tener en cuenta a estos efectos. Las santas quizá dieran más juego, pero no encontré en mis investigaciones ninguna que pudiera reflejar el espíritu de lo que nos ocupa. Tras mucho peregrinar del tingo al tango, por abadías tenebrosas, claustros recoletos y archivos de aquí y allá, en un deteriorado legajo encontré referencias del santo patrón perfecto: san Turrón.

     San Turrón, nacido al-Turrn, vivió en los albores del siglo VIII. A los 69 años fue martirizado por los tracios en castigo a la negativa del santo a abrazar los muy habituales sacrilegios monógamos de este bárbaro pueblo y su herética negación del dogma de la Sagrada Renuncia, que con el tiempo se formularía con la sentencia "no es no".

     Hasta el día de su tránsito, toda su muy recogida vida la consagró a actividades disipadas y rijosas sin perder por un momento la beatífica serenidad facial del clímax, y aun estando ya en capilla perdonó a su carcelero y se despidió de él con una soberbia felación, a cuyo feliz término, todavía hincado de hinojos, es leyenda que pronunció la piadosa frase Ea cumpatrine, que vale por "ahí tienes, compadre".

     Murió san Turrón por el cruel método del agotamiento carnal, hecho trizas por el ayuntamiento forzado con sesenta y nueve tracias, una por año, y por sendos coitos anales de gracia propinados de bordón por dos verdugos priápicos cuando ya apenas le restaba un hálito de vida.

     La documentación que hallé indica que su día se observaba el 29 de febrero hasta el concilio de París, allá por el siglo IX, en el que por un error posconciliar de transcripción, que ya nunca más se subsanaría, fue excluido del martirologio y con ello condenado al ostracismo hasta que ha poco rescaté de aquellos escritos amarillentos su increíble historia y su intemporal e inspirador legado.

     Verdaderamente una vida tan devota y tan entregada, y una muerte tan atroz, no puede sino iluminarnos y fortalecernos. Únanse a mí en el grito: ¡Viva san Turrón! ¡Viva san Turrón! ¡Viva san Turrón!

Nota del autor: En el ambiente swinger español, se llama turrón a los juegos sexuales swinger.

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